21-12-2020
¡Cuánto reivindiqué! ¡Cuánto! ¡Y con cuánta fuerza!
Valores, derechos, igualdad…
Ahora, en cambio… puedo ver más, puedo encontrar más, puedo descubrirme un poquito más tras el velo. Simplemente y profundamente… en mis entrañas. Allí, muy dentro de mí. En mi rendición.
Todos somos tesoros.
Abriendo las puertas de las creencias, de las contradicciones, de creerme mejor que otros, de juzgar. Cuanto más adentro y más puertas se abren, más caen las torres de la arrogancia. ¡Cuánta arrogancia en ruinas, en cenizas y en polvo!
Todos somos tesoros.
Abriendo esas puertas que derrumban lo de atrás, lo viejo, pensamientos pasados, formas de vida envueltas en redes que creías controlar y a aquellos que creías apartar. ¡Cuánta arrogancia en ruinas, en cenizas y en polvo!
Todos somos tesoros.
Las puertas que se abren y derrumban tus apegos, tu separación, tus límites y te llevan a tu profundidad, a tu verdad, a tu propia sinceridad. ¡Qué apegada estaba a ello! ¡Cuánto miedo soltar y dejar caer! ¡Y cuanta humildad!
Todos somos tesoros.
Creí en morales y conciencias del buenismo. ¡Cuánta arrogancia en mi bien, en mi moral! ¡Cuánta separación hacia los que hacen daño, los que separan, los que engañan! ¿Acaso yo no hago daño, no separo los buenos y los malos, no engaño? ¡Cuánta arrogancia en ruinas, en cenizas y en polvo!
Todos somos tesoros.
Las puertas que se abren y derrumban las torres construidas, también hacen caer las máscaras donde ocultar. Y desenmascarada, voy hacia las profundidades, hacia mi verdad, hacia lo más sagrado, caen lágrimas de dolor, lágrimas de sensibilidad, lágrimas de añoranza por las torres del pasado que me sostuvieron. ¿Y ahora qué?
Todos somos tesoros.
Ahora, al soltar, al dejar caer, abro las alas, a lo nuevo, abrazando el miedo, asumiendo mi responsabilidad, desde mi adulta, abrazándome desnuda, con lo esencial, con mi verdad, y descubro…
Todos somos tesoros.
Yo solo soy responsable de mí. Lo asumo. Y ahora lo reparo.
Todos somos tesoros. Todos somos necesarios tal y como somos.